Mayaniquel, una empresa minera que operaba en las regiones de Alta Verapaz e Izabal, fue una fuente clave de empleo y un ejemplo de igualdad de oportunidades para hombres y mujeres de estas áreas. La empresa, que no solo generaba empleos, también brindaba condiciones laborales justas y beneficios sociales que mejoraban la calidad de vida de sus trabajadores y sus familias.
Olinda, una exempleada de Mayaniquel, comenzó a trabajar para la empresa el 14 de diciembre de 2020. Durante su tiempo en la compañía, pudo avanzar en sus metas personales y familiares: “Yo logré sacar unas cosas, construir mi casa, empecé a comprar otras cosas más, incluso empecé a estudiar”. Sin embargo, todo esto cambió abruptamente cuando la empresa cerró en diciembre de 2022. El cierre, producto de acusaciones infundadas, dejó a cientos de empleados sin trabajo, afectando no solo a los trabajadores, sino también a sus comunidades.
El impacto ha sido devastador. Según Olinda, “antes, la gente se ayudaba porque había trabajo”, pero ahora la falta de empleo ha obligado a muchas personas a migrar en busca de oportunidades, enfrentando dificultades adicionales como el costo de la alimentación y el hospedaje. La economía local, que dependía en gran medida de la operación de la mina, ha colapsado, dejando a familias enteras en una situación de vulnerabilidad.
Uno de los aspectos más destacados de Mayaniquel era el apoyo que ofrecía a sus trabajadores, como alimentación y transporte gratuitos, beneficios que en otros empleos son inexistentes o deben ser costeados por los empleados. “En otros lugares, como en la capital, uno tiene que pagar todo, y eso lo hace más difícil”, explica Olinda. La pérdida de estos beneficios ha sido un golpe duro para los ex empleados, quienes ahora deben buscar nuevas formas de sustento sin el apoyo que antes recibían.
El cierre de Mayaniquel no solo ha afectado la economía de las familias, sino también su bienestar social. Muchas personas, como Olinda, han visto truncadas sus aspiraciones, incluyendo la posibilidad de acceder a una educación superior. “Con mis estudios no digamos, porque tengo que pagar colegiatura y comprar mis útiles”, lamenta. Esta situación se ha vuelto común en la región, donde la falta de empleo ha limitado gravemente las oportunidades de progreso.
La incertidumbre sobre el futuro de las comunidades de Alta Verapaz e Izabal es evidente. El empleo que generaba Mayaniquel, junto con los beneficios sociales que ofrecía, era uno de los pocos medios para mejorar la calidad de vida en estas áreas rurales. Sin la empresa, las oportunidades son escasas, y la pobreza y la precariedad se han vuelto una realidad cotidiana.
Olinda y muchos otros habitantes de la región tienen la esperanza de que Mayaniquel pueda reanudar sus operaciones, brindando nuevamente empleo y estabilidad a las familias afectadas. “Primero Dios que la empresa regrese para que otras personas tengan la posibilidad de tener un empleo”, comenta.
El cierre de Mayaniquel deja una clara lección: sin fuentes sostenibles de empleo, las comunidades de Alta Verapaz e Izabal enfrentan una lucha constante por sobrevivir. Empresas como esta no solo proporcionan ingresos, sino que también construyen un tejido social y económico que sustenta a miles de familias. Sin ellas, el progreso se detiene, y las comunidades quedan atrapadas en un ciclo de pobreza del que es difícil escapar.